Ramses
II es considerado con razón uno de los mayores faraones que gobernó las tierras
del Nilo. Pertenecía a una dinastía que había llegado al poder con su abuelo,
Ramses I, general y visir del último soberano de la dinastía XVIII. Su padre
fue el gran Seti I y su madre Tuy, descendiente de una prestigiosa familia de
militares.
La
infancia de Ramses se asemeja a la de otros muchos futuros faraones, fue educado
en Luxor para heredar la doble corona e instruido en todo tipo de materias:
escritura, interpretación de imágenes escritas, astronomía, matemáticas,
geometría y religión. A la temprana edad
de 10 años fue nombrado heredero y comandante en jefe del ejército, lo que le permitió
aprender de su padre en las campañas que este emprendió contra libios e
hititas.
A los 16 años fue asociado al trono por Seti I, siéndosele asignada
como primera tarea de responsabilidad la de la supervisión de las canteras de
Nubia y la construcción de Abidos, comenzando aquí su afición por las
edificaciones. Contrajo sus primeras nupcias con Nefertari, una mujer
perteneciente a una noble familia, con la que tuvo a su primogénito,
Amonherunemef.
A
la muerte de su padre Seti I, le sucedió como faraón en el año 1279 a. C., convirtiéndose
en soberano del Alto y Bajo Egipto y comenzó uno de los reinados más largos y prolíficos
de los que hemos tenido constancia. Fijándose entre sus objetivos la expansión
de las fronteras egipcias por Asia, asegurar la paz interior y poner en marcha
un programa constructivo que no tuvo parangón.
Política exterior
Su
intención de ampliar las fronteras egipcias acabó provocando un con conflicto
Muwattali, soberano del Imperio Hitita. En este contexto, inició en el año 4 de
su reinado una expedición contra los hititas, llegando hasta Biblos con la
intención de establecer bases marítimas para el avituallamiento de sus tropas.
Para responder a los movimientos de su adversario, Muwattali, estableció una
serie de alianzas con diversos príncipes de Asia Menor y Palestina para
enfrentarse a los egipcios. El gran objetivo de ambos era el control de Siria
y, por supuesto de las ciudades fenicias. La gran batalla se libró en Qadesh en
el año 5 del reinado de Ramses II. Sin embargo, éste cometió un error táctico
al precipitarse en acción por tomar dicha ciudad, lo que provocó su caída en
una trampa hitita de la que se salvaría gracias a su valor personal y a la
disciplina de su ejército. La actuación del faraón se halla narrada en los versos
del Poema de Pentaur:
Entonces apareció Su Majestad, parecido a su padre
el Dios Montu. Cogió sus armas y se ciñó la coraza, como el dios Baal presa de
su furor. El gran corcel que lo lleva es Victoria- en- Tebas; viene el gran
potrero real. Su Majestad se lanzó al galope, y se hundió en la entraña de los ejércitos
de esos miserables hititas, completamente solo, sin nadie con él. Al dirigir la
mirada hacia atrás vio que dos mil quinientos carros le habían cortado la
salida, con todos los guerreros del miserable país de los hititas, así como de
los numerosos países confederados […]
Los
dos enemigos se autoproclamaron como vencedores de la batalla. Ramses II lo dejó
reflejado en numerosas inscripciones que pueden verse en los templos de Luxor,
Karnak y Abidos
La
muerte del soberano hitita, desencadenó luchas dinásticas, que fueron aprovechadas
por Ramses II para pacificar Palestina, y en definitiva reconquistar el imperio
egipcio en Asia y África.
En Libia estableció una serie de colonias en
la costa y construyó una importante red de fortalezas para tener vigilada a la
población y evitar revueltas. Con respecto a Nubia, llevó a cabo una política
colonizadora iniciada por la Dinastía XVIII y jalonada por grandes monumentos.
Tras
varios años de paz, el nuevo rey hitita
Hatusil III y Ramses II, establecieron un tratado de paz y una alianza después,
gracias al tratado matrimonial. Aceptada
la alianza matrimonial por el faraón, el propio Hatusil III viajó a Damasco
para acompañar a su hija y entregársela al Ramses II. Fue la primera vez en la
historia que se produjo una entrevista diplomática a tan alto nivel.
Política interior
Una
vez asegurada la paz en el exterior y estabilizadas sus fronteras, Ramses se entregó
al gobierno de Egipto, entre las acciones que llevó a cabo podemos destacar la
de su importante labor constructiva, que dejó patente a todo lo largo y ancho del país. Como mano de
obra forzada, se utilizó en muchas de estas construcciones a contingentes
importantes de poblaciones extranjeras deportadas de Egipto, como fue por
ejemplo el caso de los hebreos en los trabajos de Pi- Ramses. Esta ciudad fue mandada
a construir por el faraón, en la región de Tanis en el Delta del Nilo, con la
idea de que fuese la nueva capital desde la que controlar todo su imperio.
Además planeó y construyó dos templos localizados en Nubia, concretamente en
Abu Simbel, uno dedicado a Ptha, Hathor, y otro dedicado a Hathor y Nefertari,
y también construyó el Ramsseum.
La
política de deportaciones e instalación en Egipto de contingentes extranjeros,
se usó tanto para establecer colonias agrícolas como para engrosar la fila del ejército.
Las causas de esta nueva política, deben ponerse en relación con el hecho de
que, según el historiador Diodoro Siculo, Ramses II reagrupó a sus súbditos en
clases hereditarias y cerradas. Estos contingentes extranjeros, fueron rápidamente
egiptizados y pasaron a integrarse plenamente en el conjunto de la población.
Pero las fuentes egipcias, también nos documentan los casos de pequeños grupos
que lograban fugarse y darse a la fuga y huir al desierto, como puede ser el
caso de los hebreos o de los propios egipcios que abandonaban las tareas
productivas huyendo de la creciente presión fiscal.
Una
de los ámbitos en el que hizo especial hincapié
Ramses II, y en el que puso un gran empeño y dedicación fue el referido
al aspecto religioso de su reinado. Normalmente los faraones se les consideraban
descendientes de los dioses, pero no era hasta su muerte cuando accedían a la
divinidad al quedar asimilado al dios Osiris, y pasaban a recibir culto como
una deidad más del panteón egipcio. Pero Ramses II no quiso esperar a su muerte
para gozar ese privilegio, y quiso equipararse en vida al resto de dioses del
panteón egipcio. Para ello, decidió dirigirse a Nubia lejos del clero de Amón.
Allí
pudo dar rienda suelta a su idea de equipararse a los dioses, construyendo
diversos templos en la región: cinco en la orilla occidental del Nilo y uno en
la oriental.
En
lo referente a su lucha con el clero de Amón, en un primer momento, les dejó clara
su intención de asumir todos los poderes, evitando la influencia que éstos
pudieran ejercer. Para ello nombró a un sumo sacerdote a Nebunemef, persona de
absoluta confianza del faraón. Sin embargo en el transcurso del reinado de
Ramses II, se aprecia las crecientes dificultades que encontró para mantener
neutralizado el poder del clero, política que acabó fracasando definitivamente
durante su dilatada vejez en el trono. Fue entonces cuando por fin, el gran
sacerdote de Amón pudo recuperar el sumo pontificado, es decir, el cargo de
“director de todos los cultos del Alto y Bajo Egipto”. Los templos a su vez
dejaron de depender del rey, y sus tierras y hombres adquirieron un estatuto
especial. Al rey no le quedaba otra opción que intentar afianzar todo lo que le
restaba de poder en el ejército, pero debido a las dificultades crecientes para
reclutar soldados egipcios opuestos por los templos, el ejército se hizo
progresivamente mercenario. Se preparaba así en el interior, el enfrentamiento
que acabó siendo decisivo entre monarquía y clero, enfrentamiento que terminó con
el Estado representado por el Imperio Nuevo, al mismo tiempo que comenzó a
apreciarse nuevas amenazas externas. Una de ellas, estuvo representada por un
pueblo denominado por los egipcios, “Pueblos del Mar”. No fue de todos modos
hasta la segunda mitad de siglo XIII que desencadenaron una serie de invasiones
en gran escala, que acabaron por cambiar
totalmente el mapa étnico y político del Mediterráneo Oriental.
Como
ya hemos comentado, la familia de Ramses era advenediza al trono egipcio y
necesitaba legitimarse. Por este motivo desde muy joven se le dotó de un harén
personal, y no tardó en contar con una numerosa prole que legitimó su dinastía. Se estima que al final
de su vida había tenido entorno a unos
cien hijos: entre 48 y 50 varones y entre 40 y 53 féminas.
Un
dato que nos indica la increíble longevidad de este faraón fue la cantidad de
fiesta del Sed que realizó. Esta
ceremonia era considerada el jubileo que los faraones celebraban en torno a los
30 años de su reinado, y que repetían a intervalos más breves, cada 3 o 4 años.
Con esta fiesta se pretendía que la fuerza del faraón, desgatadas por el paso
de los años, pudiera renovarse mediante ritos mágicos. Debido a su largo
reinado, Ramses II celebro 14 fiestas del Sed,
la primera de las cuales tuvo lugar, cuando éste contaba una edad 56 años,
celebrada en su nueva capital Pi- Ramses, en el año 1259 a.C. Los últimos
jubileos del rey se sucedieron anualmente, a causa de su avanzada edad. El
faraón falleció a sus 92 años, tras 66 años de reinado, en el 1212 a.C., y pasó
el trono a su hijo Minepthat.
Tras
su muerte, dejo tras de si uno de los reinados más gloriosos y prósperos de los
que gozó el Imperio Egipcio. Las fronteras egipcias se expandieron, la economía
floreció y se convirtió en una potencia temida y respetada en el exterior. Las
huellas que dejó para la posteridad mediante sus construcciones no solo maravillaron a sus contemporáneos,
sino que muchas de ellas han llegado hasta nosotros, permitiéndonos conocer
este maravilloso periodo de la historia egipcia y al soberano que las hizo
posible.
Bibliografía
PADRÓ,
J. (2001): Historia del Egipto faraónico,
Madrid.
PARRA
ORTIZ, J. M. (2007): “La incertidumbre de la Sucesión: Los herederos de Ramses
II”, Historia National Geographic nº
43, Barcelona.
CASTELLANO,
N. (2009): “Un dios sobre la tierra: Ramses II”, Historia National Geographic nº 66, Barcelona.
CASTEL,
E., (2010): “La Coronación del faraón: Ramses II”, en Historia National Geographic nº74,
Barcelona.
Recursos Electrónicos
Manuel Jesús Rodríguez
Mora
No hay comentarios:
Publicar un comentario