Antecedentes
El día 11 M de 2004 se produjo en Madrid (España)
un atentado terrorista que estremeció a todo un país y provoco la ira e
indignación de sus ciudadanos. Este artículo pretende desde el respeto y la
seriedad metodológica hacer un análisis de lo ocurrido aquel fatídico día,
siendo fieles a la verdad.
Los antecedentes a estos hechos debemos
buscarlos, en el atentado ocurrido en Estados Unidos el 11 de septiembre de
2001, cuando unos terroristas utilizaron cuatro aviones para atentar contra las
Torres Gemelas, el Pentágono y el Capitolio o la Casa Blanca, aunque las acciones de resistencia de los
pasajeros del vuelo United 93, que se dirigía hacia uno de estos dos últimos
blancos, hizo que cayese sobre unos campos de Pensilvania y no impactara contra
su objetivo. En 2001, los europeos demostraron unívocamente su apoyo a EEUU y
a su población, apoyo que se extendió a la intervención (respaldada por la ONU)
en Afganistán.
A partir de aquí, el amplio y binario dogma antiterrorista de la
administración Bush, extendido a una variedad de situaciones y países. Hasta
que en 2003, se produjo la invasión y ocupación de Irak por parte de tropas
norteamericanas y británicas. Esto provocó un rechazo internacional casi unánime,
ya que el presidente español, José María Aznar, en contra de la mayoritaria
opinión pública del país, apoyó esta invasión enviando tropas españolas para
ayudar al control del país.
Los atentados del 11-S, decididos y financiados por los
dirigentes de Al Qaeda, fueron perpetrados por un elenco de individuos de
ideología yihadista, en su mayoría de nacionalidad saudí, cuyo cabecilla era el
estudiante universitario egipcio Mohamed Atta. Éste, siguiendo las órdenes que
recibió de Osama Bin Laden en Afganistán, formó en Hamburgo una célula de
aquella estructura terrorista. Tras lo sucedido en Nueva York y Washington, el
rastreo de los contactos telefónicos por parte de los servicios de inteligencia
puso de manifiesto que esa célula estaba en relación con la que igualmente Al
Qaeda había conseguido articular en España hacia mediados de la década de los
noventa, aglutinando, sobre todo, a individuos de origen sirio y marroquí. Más
aún, el propio Atta y algún otro destacado implicado en los atentados contra
las Torres Gemelas y el Pentágono, estuvieron en nuestro país, en Madrid y
Tarragona, concretamente, semanas antes, para ultimar detalles e informar a la
cúpula de Al Qaeda de los pormenores de la operación.
Tanto en
Estados Unidos como en España, la amenaza se infravaloró con anterioridad. Una vez puestas en evidencia las
conexiones entre Mohamed Atta, jefe de la célula de Al Qaeda en Alemania y Abu
Dahdah, su homólogo en la de España, se solicitó una autorización judicial que permitió
a la policía, en noviembre de 2001, desmantelar esta última casi en su
totalidad. Casi, porque algunos integrantes de ese núcleo yihadista, pese a
haber sido investigados aquí y en otros países circundantes, no fueron
detenidos a pesar de que desempeñaron papeles operativos fundamentales en el
11-M: Serhane ben Abdelmajid Fakhet —El Tunecino—, Said Berraj y Jamal Zougam.
Los tres se incorporaron a una red, la del 11-M, que se desarrolló con el
concurso de responsables del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y del Grupo
Islámico Combatiente Libio. Sin olvidar que Amer el Azizi, antiguo prominente
miembro de la célula de Al Qaeda en España, que escapó, había tenido una
relación muy estrecha con aquellos tres y se comunicaba por Internet con, al
menos, uno de ellos en los meses previos a los atentados de Madrid, cuando era
adjunto al mando de Al Qaeda para operaciones en territorio europeo.
El propósito declarado de los atentados
en Nueva York y Washington, sobre la base de un odio a Estados Unidos, fue provocar
que se implicara en una contienda, como resultado de la cual abandonase Oriente
Próximo. Es obvio que Al Qaeda no se había salido con la suya, aunque la
invasión de Irak en 2003 y el modo en que las autoridades norteamericanas
condujeron la situación estuvieron a punto, en torno a 2006, de ofrecer a los
yihadistas un amplio dominio a partir del cual emprender iniciativas de
consecuencias imprevisibles en la región. Sobre la base de una animadversión
hacia España, los atentados de Madrid fueron utilizados para forzar al
Gobierno, entonces del PP, a retirar las tropas españolas de Afganistán e Irak.
Atentados
España vivió a solo
tres días de unas elecciones generales, el peor atentado de su historia. Una célula islamista colocó a primera hora de la
mañana 13 artefactos explosivos en cuatro trenes de cercanías de Madrid.
Estallaron diez de las bombas en la estación de Atocha, frente a la calle
Téllez, El Pozo y Santa Eugenia entre las 7.37 y las 7.40 horas. Siete de los
terroristas que pusieron las bombas se inmolaron semanas después, el 3 de
abril, en un piso de Leganés, matando a un GEO, la víctima 192 del 11M.
La sentencia del
juicio celebrado posteriormente relata que los siete suicidas de Leganés,
entre los que se encontraban Jamal Ahmidan, El Chino, y Sarhane Ben Abdelmajid
Fakhet, El Tunecino, junto a los dos condenados a 42.922 años de prisión como
autores materiales, Jamal
Zougam y Othman El Ganoaui, y otra persona que no ha sido identificada colocaron
las “13 mochilas o bolsas cargadas de explosivos temporizados para que
explosionaran simultáneamente”.
Dos de los tres artefactos que no estallaron se detonaron de
forma controlada en la estación de Atocha y de El Pozo. La tercera bomba,
procedente también de este último punto, fue encontrada en la madrugada del 12
de marzo en la comisaría de Vallecas y desactivada en un parque cercano. La
conocida mochila de Vallecas fue
clave para determinar qué explosivo usaron los terroristas y llegar
hasta Zougam, que fue detenido el sábado 13 de marzo. Las tarjetas de móvil de
las bombas salieron de su locutorio.
La sentencia considera
probado que “toda o gran parte de la
dinamita de los artefactos que explosionaron en los trenes
el día 11 de marzo” procedía
de Mina Conchita.
El Gobierno sostuvo en los días posteriores al atentado que
la principal hipótesis era la autoría de ETA. El mismo día 11 de marzo se
localizó la furgoneta Kangoo en
la que se desplazaron los terroristas hasta Alcalá de Henares. Acebes informó
de que se habían encontrado siete
detonadores y una cinta con versículos del Corán dentro de
este vehículo.
Ya en la madrugada del sábado al domingo el ministro Acebes informa que se había
localizado cerca del tanatorio de la M-30 una cinta en la que un supuesto portavoz
de Al Qaeda reivindica los atentados del 11M.
La sentencia se conoció el 31 de octubre de ese mismo año.
La Audiencia condenó a tres de los procesados como autores de los
asesinatos (Jamal Zougam, Othman el Gnaoui y Suárez Trashorras); absolvió a Rabei
Osman, El Egipcio, al no hallar pruebas de que ordenara los atentados y haber
sido condenado ya por terrorismo en Italia; y a los otros dos acusados
considerados autores intelectuales por la Fiscalía, Youssef Belhadj y Hassan el
Haski, los impuso una pena de 12 y 14 años, respectivamente por pertenecer a un
grupo terrorista.
El Tribunal
Supremo confirmó en su sentencia del 17 de julio de 2008
la autoría yihadista de los
atentados, aunque rebajó algunas penas, absolvió a cuatro de
los condenados por la Audiencia por pertenencia a grupo terrorista y condenó
por tráfico de explosivos a uno de los absueltos en primera instancia, Antonio
Toro.
Consecuencias
El
11 de marzo de 2004 pasará a la historia como el día en que el terrorismo de Al-Qaeda
irrumpió violentamente en España y en Europa Occidental. Hasta esa fecha la red
terrorista había golpeado con éxito el territorio norteamericano y numerosos
intereses occidentales en países de mayoría musulmana. Pero, a pesar de varios
intentos fallidos y con excepción de la campaña de atentados en Francia a
mediados de los noventa, el Viejo Continente parecía de momento a salvo de los
combatientes de la Yihad. Los atentados de Madrid suponen el fin
dramático de ese sentimiento generalizado de seguridad.
Además de tratarse de un mismo terrorismo y obedecer a una
misma estrategia terrorista, el 11-S y el 11-M tuvieron igualmente en común el
hecho de que, tanto en Estados Unidos como en España, se infravaloró con
anterioridad la amenaza y existió descoordinación entre las agencias de
seguridad cuya labor conjunta bien podría haber impedido los atentados. En
ambos países se reformaron a posteriori las estructuras de seguridad, para
adaptarlas a los desafíos del terrorismo yihadista.
Así
pues, el 11-S y el 11-M tuvieron en común ser expresiones del actual terrorismo
yihadista y remitir, de dos distintas maneras, al núcleo central de Al Qaeda en
Pakistán. Pero si esta última ideó, planificó, preparó y ejecutó por sí misma
los atentados de Nueva York y Washington, los de Madrid denotaban que la
amenaza del terrorismo yihadista en el mundo occidental estaba cambiando. Ya no
procedía solo de Al-Qaeda, sino también de sus organizaciones asociadas, más
idóneas para movilizar localmente recursos humanos y materiales adecuados a las
condiciones del entorno en que atentar.
Por
otra parte, los atentados de Madrid pueden interpretarse también como una
prueba de notable agudeza política por parte del sistema de planificación de Al-Qaeda.
En un análisis de cerca de cincuenta páginas, elaborado por miembros de la red
terrorista y publicada en diciembre de 2003, se realizaba una valoración sobre
la situación de la Yihad en Irak y se reflexionaba sobre el
modo de lograr la retirada española del país.
El
ataque en territorio español ha tenido unos efectos acordes con las
expectativas de quienes redactaron dicho documento. Como la red también se
caracteriza por poseer un sistema de lecciones aprendidas, es probable que se
intente aplicar la misma fórmula a otros aliados europeos de Estados Unidos.
El resultado de las elecciones generales
del 14-M estuvo determinado en buena medida por los ataques terroristas del
11-M, y no por un cambio de ciclo político. Pero este efecto 11-M, un hecho
innegable a la luz de los datos disponibles, no deslegitima al gobierno salido
de dichos comicios, sino al ejecutivo anterior, en la medida en que fue su
estrategia respecto a la opinión pública durante la guerra de Irak la que creó
una oportunidad única e irrepetible para los terroristas. El 14 de marzo, el
PSOE ganó las elecciones generales con once millones de votos frente a 9,7 del
PP. La participación fue del 77,26%, una de las más alta de la democracia. Tras
lo
cual el nuevo presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció al día siguiente
que su primera medida sería retirar las tropas de Irak.
Los atentados provocaron como contrapunto una decidida respuesta por
parte de la sociedad española, cuando el 12 de marzo, 12 millones de españoles
se echaron a las calles, en muestra de rechazo al terrorismo.
Recursos Electrónicos
CLOSA
MONTERO, C. (2004): “Del 11-S al 11-M: el papel de España en la Unión
Europea”, Análisis del Real Instituto (ARI) nº 46
AVILES,
J. (2004): “Ante la matanza de Madrid: la conexión con el conflicto iraquí, Análisis del Real Instituto (ARI) nº 65
NOYA,
J. (2004): “Del 11-M al 14-M: estrategia yihadista, elecciones generales y
opinión pública”, Análisis del Real Instituto (ARI) nº 132
http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/Atentado11M
Manuel Jesús Rodríguez
Mora
Gracias, un artículo muy informativo y edificante. Creo que consigue dar un análisis atento, tratando con seriedad un tema difícil por su complejidad y profundas implicaciones sociales
ResponderEliminarLa verdad es que si ha sido complicado tratar este tema, dada su cercanía en el tiempo, con todo lo que eso conlleva, pues si bien las fuentes de información son diversas hay que saber seleccionar las más acertadas, y es gratificante saber que he cumplido con los objetivos marcados
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