martes, 10 de febrero de 2015

LIBROS, LECTORES Y BIBLIOTECAS PRIVADAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII

El comentario que me dispongo a realizar es del artículo: “Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII” elaborado por Inmaculada Arias de Saavedra Alías, Catedrática de la Universidad de Granada y publicado en la Revista de Historia Moderna que edita dicha universidad: Chronica Nova nº 35, (2009), pp. 15-61.



La lectura del texto es tan apasionante como compleja y en él su autora analiza magistralmente las formas de alfabetización; la expansión cultural mediante el libro y las
interesantísimas bibliotecas privadas de los personajes más importantes de nuestro siglo XVIII. La escritura y los diferentes soportes que se han ido sucediendo a lo largo de la Historia, marcan un antes y un después en la evolución del ser humano; su importancia es tal, que consideramos el fenómeno de la escritura como la bisagra que cierra la Prehistoria y abre paso a nuestra Historia.



Avanzando en el tiempo y ciñéndonos a nuestro texto, hay que decir que aunque el mundo del libro y toda la cultura que lo rodea se inicia con la invención de la imprenta en el siglo XV, no será hasta el siglo XVIII cuando este fenómeno tenga un gran desarrollo en todos sus niveles. La industria del libro y todo el tejido cultural durante el Antiguo Régimen dista mucho de la situación actual, en la que cualquier persona interesada puede acceder a los libros mediante su compra en diversos formatos incluido el digital, que abarata ostensiblemente su precio; mediante préstamos bibliotecarios o también a través del intercambio entre amigos. Este libre acceso a la cultura, del cual disfrutamos, estaba bastante reducido durante el setecientos, principalmente porque la industria del libro en nuestro país, se encontraba todavía en un estado embrionario, donde todavía se dependía del extranjero para hacer frente a la demanda de libros y las bibliotecas institucionales estaban en formación. Por otra parte, también nos encontramos con el elevado precio de los mismos, aunque a lo largo de la centuria su abaratamiento será considerable por “el aumento del número de ejemplares por edición y la adopción de formatos más pequeños[1]. A parte de la industria, el mercado del libro usado también estaba muy extendido  y con frecuencia se compraban en encantes y almonedas, que tenían lugar con motivo de la muerte de sus poseedores. En este caso la posibilidad de comprar libros a un precio asequible era mayor. Por otra parte, no debemos olvidarnos de la importante censura que ejercía la Inquisición  sobre la cultura en sus Index Librorum Prohibitorum, donde llegaban a prohibir obras completas de numerosos autores. Estas medidas dificultaron en parte el desarrollo intelectual, pero que se prohibiera, no quería decir que no se leyera. Así como demuestra la profesora Inmaculada Arias en su texto, encontramos libros prohibidos en  bibliotecas de personajes relevantes como Gaspar Melchor de Jovellanos o incluso figuras como Juan Meléndez Valdés que tenía permiso inquisitorial para leer libros prohibidos. Debemos tener en cuenta que nos encontramos ante grandes bibliófilos y auténticos eruditos de su tiempo, ya sean pertenecientes a la nobleza, el clero, funcionarios, académicos, científicos, artistas o burgueses. Es impresionante adentrase en las inmensas bibliotecas que poseían personajes como  Fernando José Velasco con 10.000 volúmenes, que según la profesora Inmaculada está por estudiar, o José Nicolás de Azara con 5.772 volúmenes, estudiado por Gabriel Sánchez Espinosa[2]; la figura del notable humanista Cándido María Trigueros que tenía una biblioteca de 1.368 volúmenes y podía expresarse en francés, inglés e italiano y escribía correctamente en latín, griego y hebreo[3]. Por otra parte, el texto pone de manifiesto, que estas personas no se limitaban solamente a la colección de libros de su tiempo, sino que atesoraban manuscritos e incunables de tiempos pretéritos, así como monedas, escapularios, esculturas antiguas, pinturas, medallas, objetos de plata labrada, ropa de ajuar, muebles etc. La profesora en el texto se sumerge en las diferentes bibliotecas de numerosos personajes, y en ella encontramos una temática muy variada y en multitud de idiomas, que en la inmensa mayoría de los casos iban en sintonía con la profesión que ejercía esa persona.  Por ejemplo, Inmaculada Arias analizó la biblioteca del matemático Benito Bails. Así encontramos libros de Derecho, Teología, Sagrada Escritura, Literatura, Historia, Geografía, Arte, Poesía, Ciencia, Prensa, Libros de oración, Filosofía, etc.  Un ejemplo de biblioteca especializada sería la del matemático Benito Bails, estudiada por Inmaculada Arias[4].
                                                                           













  A través de un análisis de este tipo de fuente, podemos hacer estudios muy interesantes sobre los intereses de esos bibliófilos, sobre sus gustos e inquietudes,  sobre su nivel de formación, su ideología, sus carencias culturales, etc. Es un universo por descubrir, pues como dijo Gregorio Marañón: “Los libros que cada cual escoge para su recreo, para su instrucción, incluso para su vanidad, son verdaderas huellas dactilares de su espíritu[5].

Otro aspecto interesante en relación, es que el libro poseído no es necesariamente el libro leído. La posesión del libro como demuestra el texto, era símbolo de poder y de cultura, de estatus social, por lo que si la persona tenía poder económico, en su hogar encontraremos en mayor o menor medida libros; esto como hemos visto anteriormente estaba íntimamente ligado a su profesión. Al respecto, en la actualidad hay muchas personas que tienen en sus casas colecciones de obras clásicas o grandes enciclopedias que no han leído o consultado y no la poseen como símbolo de cultura, sino más bien como un elemento decorativo y estético. De hecho se venden libros/cajas, que solamente tienen la decoración y el título de la obra en el lomo, el resto es una simple caja vacía. Cumpliendo éste la misma función que un auténtico libro, pero a un coste mucho menor.
En relación, los días 26, 27 y 28 de marzo, tuve la oportunidad de asistir al Simposio: La Casa en la Edad Moderna, celebrado en la Universidad de Granada y en él la profesora Inmaculada Arias, hizo una ponencia sobre Los Espacios de las Bibliotecas en el Antiguo Régimen. Fue realmente interesantísimo saber qué espacios y lugares ocupaban los libros en las casas de los eruditos que hemos citado anteriormente. No obstante, ésta línea de investigación plantea numerosas dificultades para su estudio y según la profesora es un terreno virgen que está por explorar.

Salvando las distancias, pero íntimamente relacionado, Jesús Marchamalo en su obra: Donde se guardan los libros[6] analiza las bibliotecas de veinte reconocidos autores españoles contemporáneos. Cada uno habla de cómo se relaciona con los libros, del orden y su ubicación en los estantes, de las lecturas que en su momento le fueron decisivas o de cómo su biblioteca se ha ido construyendo con el tiempo, a veces de manera no pensada y caprichosa.

Para concluir, he de decir que el texto y toda la cultura entorno al libro durante el Antiguo Régimen me ha parecido apasionante. Entre otras cosas, porque, me considero un gran bibliófilo y siempre me ha  interesado conocer el desarrollo que ha tenido el libro desde la invención de la imprenta hasta nuestros días. La profesora Inmaculada Arias analiza, compara e interpreta de forma magistral la información que nos expone.

Bibliografía
ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2003): Ciencia e Ilustración en las lecturas de un matemático: La Biblioteca de Benito Bails. Granada. Edit Universidad de Granada.
̶ (2009): “Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII”. En Chronica Nova nº 35, Universidad de Granada, pp. 15-61.
MARCHAMALO, J., (2011): Donde se guardan los libros. Madrid, Edit Siruela.
SÁNCHEZ ESPINOSA, G., (1997): La Biblioteca de José Nicolás de Azara. Madrid. Edit. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Recursos electrónicos
El artículo de la profesora lo podéis consultar en:   



[1] ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I. (2009): “Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna de la Universidad de Granada: Chronica Nova nº 35, p. 26.
[2] SÁNCHEZ ESPINOSA, G., (1997): La Biblioteca de José Nicolás de Azara, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
[3] ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2009): Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII...op.cit., p. 59.
[4]  ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2003): Ciencia e Ilustración en las lecturas de un matemático: La Biblioteca de Benito Bails, Granada.
[5] Citado por ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2009): Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII...op.cit., p. 31.
[6] MARCHAMALO, J. (2011): Donde se guardan los libros, Edit Siruela, Madrid.
Juan Antonio González González

1 comentario:

  1. Muy interesante, señor Juan Antonio. He disfrutado con la lectura de este artículo.

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