El comentario que me dispongo a realizar
es del artículo: “Libros, lectores y
bibliotecas privadas en la España del
siglo XVIII” elaborado por Inmaculada Arias de Saavedra Alías, Catedrática
de la Universidad de Granada y publicado en la Revista de Historia Moderna que
edita dicha universidad: Chronica Nova
nº 35, (2009), pp. 15-61.
La lectura del texto es tan apasionante
como compleja y en él su autora analiza magistralmente las formas de
alfabetización; la expansión cultural mediante el libro y las
interesantísimas
bibliotecas privadas de los personajes más importantes de nuestro siglo XVIII. La
escritura y los diferentes soportes que se han ido sucediendo a lo largo de la
Historia, marcan un antes y un después en la evolución del ser humano; su
importancia es tal, que consideramos el fenómeno de la escritura como la bisagra
que cierra la Prehistoria y abre paso a nuestra Historia.
Avanzando en el tiempo y ciñéndonos a
nuestro texto, hay que decir que aunque el mundo del libro y toda la cultura
que lo rodea se inicia con la invención de la imprenta en el siglo XV, no será
hasta el siglo XVIII cuando este fenómeno tenga un gran desarrollo en todos sus
niveles. La industria del libro y todo el tejido cultural durante el Antiguo
Régimen dista mucho de la situación actual, en la que cualquier persona
interesada puede acceder a los libros mediante su compra en diversos formatos
incluido el digital, que abarata ostensiblemente su precio; mediante préstamos
bibliotecarios o también a través del intercambio entre amigos. Este libre
acceso a la cultura, del cual disfrutamos, estaba bastante reducido durante el
setecientos, principalmente porque la industria del libro en nuestro país, se
encontraba todavía en un estado embrionario, donde todavía se dependía del
extranjero para hacer frente a la demanda de libros y las bibliotecas
institucionales estaban en formación. Por otra parte, también nos encontramos
con el elevado precio de los mismos, aunque a lo largo de la centuria su
abaratamiento será considerable por “el
aumento del número de ejemplares por
edición y la adopción de formatos más pequeños”[1]. A
parte de la industria, el mercado del libro usado también estaba muy
extendido y con frecuencia se compraban
en encantes y almonedas, que tenían lugar con motivo de la muerte de sus
poseedores. En este caso la posibilidad de comprar libros a un precio asequible
era mayor. Por otra parte, no debemos olvidarnos de la importante censura que
ejercía la Inquisición sobre la cultura
en sus Index Librorum Prohibitorum,
donde llegaban a prohibir obras completas de numerosos autores. Estas medidas
dificultaron en parte el desarrollo intelectual, pero que se prohibiera, no
quería decir que no se leyera. Así como demuestra la profesora Inmaculada Arias
en su texto, encontramos libros prohibidos en
bibliotecas de personajes relevantes como Gaspar Melchor de
Jovellanos o incluso figuras como Juan Meléndez Valdés que tenía
permiso inquisitorial para leer libros prohibidos. Debemos tener en cuenta que
nos encontramos ante grandes bibliófilos y auténticos eruditos de su tiempo, ya
sean pertenecientes a la nobleza, el clero, funcionarios, académicos, científicos,
artistas o burgueses. Es impresionante adentrase en las inmensas bibliotecas
que poseían personajes como Fernando
José Velasco con 10.000 volúmenes, que según la profesora Inmaculada está
por estudiar, o José Nicolás de Azara con 5.772 volúmenes, estudiado por
Gabriel Sánchez Espinosa[2];
la figura del notable humanista Cándido María Trigueros que tenía una
biblioteca de 1.368 volúmenes y podía expresarse en francés, inglés e italiano
y escribía correctamente en latín, griego y hebreo[3].
Por otra parte, el texto pone de manifiesto, que estas personas no se limitaban
solamente a la colección de libros de su tiempo, sino que atesoraban
manuscritos e incunables de tiempos pretéritos, así como monedas, escapularios,
esculturas antiguas, pinturas, medallas, objetos de plata labrada, ropa de
ajuar, muebles etc. La profesora en el texto se sumerge en las diferentes
bibliotecas de numerosos personajes, y en ella encontramos una temática muy
variada y en multitud de idiomas, que en la inmensa mayoría de los casos iban
en sintonía con la profesión que ejercía esa persona. Por ejemplo, Inmaculada Arias analizó la
biblioteca del matemático Benito Bails. Así encontramos libros de Derecho,
Teología, Sagrada Escritura, Literatura, Historia, Geografía, Arte, Poesía,
Ciencia, Prensa, Libros de oración, Filosofía, etc. Un ejemplo de biblioteca especializada sería
la del matemático Benito Bails, estudiada por Inmaculada Arias[4].
A través de un análisis de este tipo de fuente, podemos hacer estudios muy interesantes sobre los intereses de esos bibliófilos, sobre sus gustos e inquietudes, sobre su nivel de formación, su ideología, sus carencias culturales, etc. Es un universo por descubrir, pues como dijo Gregorio Marañón: “Los libros que cada cual escoge para su recreo, para su instrucción, incluso para su vanidad, son verdaderas huellas dactilares de su espíritu”[5].
Otro
aspecto interesante en relación, es que el libro poseído no es necesariamente
el libro leído. La posesión del libro como demuestra el texto, era símbolo de
poder y de cultura, de estatus social, por lo que si la persona tenía poder
económico, en su hogar encontraremos en mayor o menor medida libros; esto como
hemos visto anteriormente estaba íntimamente ligado a su profesión. Al
respecto, en la actualidad hay muchas personas que tienen en sus casas
colecciones de obras clásicas o grandes enciclopedias que no han leído o
consultado y no la poseen como símbolo de cultura, sino más bien como un
elemento decorativo y estético. De hecho se venden libros/cajas, que solamente
tienen la decoración y el título de la obra en el lomo, el resto es una simple
caja vacía. Cumpliendo éste la misma función que un auténtico libro, pero a un coste
mucho menor.
En relación,
los días 26, 27 y 28 de marzo, tuve la oportunidad de asistir al Simposio: La Casa en la Edad Moderna, celebrado en
la Universidad de Granada y en él la profesora Inmaculada Arias, hizo una
ponencia sobre Los Espacios de las
Bibliotecas en el Antiguo Régimen.
Fue realmente interesantísimo saber qué espacios y lugares ocupaban los libros
en las casas de los eruditos que hemos citado anteriormente. No obstante, ésta
línea de investigación plantea numerosas dificultades para su estudio y según
la profesora es un terreno virgen que está por explorar.
Salvando
las distancias, pero íntimamente relacionado, Jesús Marchamalo en su obra: Donde se guardan los libros[6]
analiza las bibliotecas de veinte reconocidos autores españoles contemporáneos. Cada uno habla
de cómo se relaciona con los libros, del orden y su ubicación en los estantes,
de las lecturas que en su momento le fueron decisivas o de cómo su biblioteca
se ha ido construyendo con el tiempo, a veces de manera no pensada y caprichosa.
Para
concluir, he de decir que el texto y toda la cultura entorno al libro durante
el Antiguo Régimen me ha parecido apasionante. Entre otras cosas, porque, me
considero un gran bibliófilo y siempre me ha interesado conocer el desarrollo que ha tenido
el libro desde la invención de la imprenta hasta nuestros días. La profesora Inmaculada
Arias analiza, compara e interpreta de forma magistral la información que nos
expone.
Bibliografía
ARIAS
DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2003): Ciencia e
Ilustración en las lecturas de un matemático: La Biblioteca de Benito Bails.
Granada. Edit Universidad de Granada.
̶ (2009):
“Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII”. En Chronica Nova nº 35, Universidad de Granada, pp.
15-61.
MARCHAMALO, J.,
(2011): Donde se guardan los libros.
Madrid, Edit Siruela.
SÁNCHEZ
ESPINOSA, G., (1997): La Biblioteca de
José Nicolás de Azara. Madrid. Edit. Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando.
Recursos
electrónicos
[1]
ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I. (2009): “Libros, lectores y
bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII”, Revista
de Historia Moderna de la Universidad de Granada: Chronica Nova nº 35, p. 26.
[2] SÁNCHEZ ESPINOSA, G., (1997): La Biblioteca de José Nicolás de Azara,
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
[3] ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2009): Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII...op.cit.,
p. 59.
[4]
ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS,
I., (2003): Ciencia e Ilustración en las
lecturas de un matemático: La Biblioteca de Benito Bails, Granada.
[5] Citado por ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, I., (2009): Libros, lectores y bibliotecas privadas en la España del siglo XVIII...op.cit.,
p. 31.
[6] MARCHAMALO, J. (2011): Donde se guardan los libros, Edit
Siruela, Madrid.
Juan Antonio González
González
Muy interesante, señor Juan Antonio. He disfrutado con la lectura de este artículo.
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