La Casa de la
Vida, que en egipcio se denomina Per Anj,
era el nombre dado a la institución existente en el Antiguo Egipto dedicada a
la enseñanza en su nivel más avanzado.
No se
conocen muchos pormenores sobre esta institución, pero se sabe que surgió en la
época del Imperio Antiguo. Tenía su sede
en la Residencia Real o en los templos más importantes, pero existían
filiales de ella en todos los santuarios de un cierto renombre. Probablemente cada ciudad de dimensión media
tendría
su Casa de la Vida, se conoce la presencia de estas instituciones en
localidades como Amarna, Edfu, Menfis, Bubasti y Abidos.
En la
región de Tell el-Amarna la Casa de Vida estaba formada por dos salas principales
y sus anexos, uno de ellos era la casa del director de la institución. Entre
las enseñanzas impartidas se encontraban las de medicina, astronomía,
matemáticas, doctrina religiosa y lenguas extranjeras. El conocimiento de estas
últimas se hizo importante durante el Imperio Nuevo debido al cosmopolitismo de
la era, marcada por el dominio de Egipto sobre una vasta área que iba de Nubia
hasta al río Éufrates.
Esta
institución tenía múltiples actividades y reunía un personal altamente especializado: maestros, oficiantes, ejecutores de los ritos,
teólogos, artistas, médicos, exorcistas, decoradores, etc. Por cuanto resulta
posible deducir, en la Casa de
la Vida confluía el saber y se
desarrollaba una extraña convivencia entre religión, símbolo y arte; aunque
esta institución, que se remonta
ciertamente a la Primera dinastía, es conocida únicamente a través de citas tan diversas como para llegar a pensar que toda la vida de Egipto estaba relacionada
con ella.
En la Casa
de la Vida fueron probablemente unificadas, hasta donde era posible, las
teologías locales, relacionando a través de complejas mitologías las leyendas
de los dioses, y operando aquellos procesos de superposición de las
especulaciones teológicas.
Los
sacerdotes aportaban elementos para enunciar nuevas proposiciones, para
componer himnos sagrados y para desarrollar una forma orgánica de pensamiento
religioso, lejanamente emparentado con la filosofía, que reflejaba las
concepciones metafísicas. Se redactaban libros de magia, se
conservaban antiguos textos que contenían las fórmulas necesarias para la protección de la vida y de la existencia de ultratumba,
se recopilaban libros litúrgicos
necesarios para el culto
y obras sobre los ritos y sobre la
mitología; es probable que en la Casa de la Vida recibiesen una especie de imprimatur las innumerables
copias del Libro de los muertos encontradas en las tumbas del Imperio Nuevo.
No está
comprobado que fuesen también centros de formación sacerdotal, pero es lógico
pensar que sí, por la misma naturaleza
del instituto. En la Época Baja, los griegos llamaron “Escritores de las
cosas sagradas”, a los escribas de la Casa de la Vida que los egipcios llamaban
“Servidores de Ra” o “Seguidores de Ra”[1].
Un ejemplo
de instrucción dentro de la Casa de la Vida lo tenemos en la preparación para
ser magos. Los elegidos eran apartados desde niños de la vida común y sujetos a
muchas limitaciones. Ingresados desde muy pequeños en las Casas de la Vida de
los distintos templos, vivían en aislamiento y recibían una muy especial
formación espiritual.
Dentro de
las Casas de la Vida se establecía un sistema de “pupilaje” o tutela, dirigido
a garantizar que los seleccionados para ser magos serían dirigidos por un
sacerdote experto en sus aprendizajes de las enseñanzas. El método consistía en
un aprendiz dirigido por un iniciado o maestro. Por lo tanto, para ejercer las
funciones de mago había que pertenecer a un clero determinado y, con toda
seguridad, haber pasado por alguna de las Casas de la Vida que existían en los
distintos templos para aprender los conocimientos necesarios para poder
desarrollar tan delicada e importante función.
Posiblemente, el género didáctico, tan frecuente en la literatura del
antiguo Egipto, naciera en la Casa de la Vida y el aspecto
religioso de los libros
sapienciales sugiere la relación
directa con las fuentes de donde emanaban
los principios teológicos.
Casi con toda seguridad se puede decir que
el ritual de las fiestas religiosas, concebido como forma de reforzamiento de la vida divina en la emanación terrestre de los cuerpos de los dioses, la medicina y sus recetas, la
astronomía para conocer el
universo y el tiempo, la geometría y las matemáticas para calcular las proporciones de los monumentos,
tenían su centro motor en la Casa
de la Vida. De ella, los arquitectos
extraían los elementos teológicos para transformar simbólicamente el templo en una imagen cósmica; los escultores y los pintores aprendían
a hacer las “imágenes vivientes” según las enseñanzas del dios Thot, que
había enunciado las reglas de la creación artística; los
exorcistas aprendían las
fórmulas necesarias para los rituales mágicos contra los animales nocivos
y malditos; los artistas aprendían a
adornar los lugares sagrados, las tumbas, los muebles religiosos y funerarios
con aquellos elementos decorativos
que diesen garantía de fuerza, de
renacimiento y de estabilidad. Por
lo tanto, dado la enorme
cantidad de intereses que se centraban en la Casa de la Vida se
puede decir que constituían los centros
motores de Egipto.
Se puede
afirmar con casi absoluta seguridad
que la Casa de la Vida era cenáculo de sabios,
teólogos, eruditos y científicos y, al mismo tiempo, archivos y
escuelas donde se conservaban tradiciones religiosas, anales del reino y de los templos, obras de todo tipo, que pudieran estar siempre disponibles para ser consultadas por aquellos que
estuviesen autorizados.
De
algunos documentos se podría, sin embargo, deducir que esta institución desarrollase
también una función vagamente anagráfica, de registro de vecinos, al
menos por lo que concierne a las grandes familias; no es
improbable, por otra parte, que la presentación del recién nacido en la Casa
de la Vida tuviese únicamente el objetivo de establecer el horóscopo sobre la
base del día del
nacimiento.
No
está excluido que esta institución estuviese estrechamente ligada a las
bibliotecas de los templos, que contenían generalmente obras relativas al ritual
y al culto. Se piensa que en las
Casas de la Vida también funcionaban unos establecimientos que podrían ser
considerados una especie de sanatorio.
En conclusión, el aspecto más interesante de las Casas de la Vida es la intensa actividad que en
ellas se desarrollaba, el pueblo
estaba enteramente excluido, aunque
probablemente nada impedía que
accedieran a ellas escribas, médicos, sacerdotes o artistas.
Bibliografía
CIMMINO, F.
(2002): Vida cotidiana de los egipcios,
Madrid.
MARTÍN
VALENTÍN, F. J. (2002): Los Magos del
Antiguo Egipto, Madrid.
[1]
Ra era el dios solar egipcio, aquel que daba la vida; así, el título estaba
asociado a la idea de que los escribas serían ellos mismos transmisores de
vida.
Noemí Raposo Gutiérrez
me sirvió mucho este sitio web por que casi no hay sitios web sobre las casas de la vida
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