Soportes antiguos
El vocablo
"libro", deriva de la voz latina liber, es decir, corteza
secundaria de los árboles. El libro, antes de presentar su forma actual, tuvo
diversos aspectos según el material empleado para su confección. El primer
material utilizado para su elaboración fue la corteza de los arboles. En la India
y en Indochina los libros se escribían en hojas de palma secas y empapadas de
aceite, en Asia central en la Corteza del abedul, en China en seda y en Roma en
telas de lino; también se escribió sobre
metal; plata, oro, plomo y en laminas
delgadas que se enrollaban como papel.
Se sabe que en China hubo
una rica producción literaria de alto nivel, acompañada de un gran desarrollo
en el arte del libro, que se remonta a tres mil años a.C. El primer soporte de
la escritura fue la madera, sobre la cual se escribía partiendo del ángulo
inferior derecho y se continuaba de forma vertical.
Después de la destrucción
de las tablillas, ordenada por el emperador Qin Shi Huangdi en el año 231 a. de
C., se utilizo un nuevo soporte: la seda, sobre la cual se trazaban los signos
mediante una caña de bambú, con una tinta compuesta de negro de humo y de goma.
En esa misma época
florecían otros dos centros de civilización en África Septentrional y en Asia
Menor, especialmente en Mesopotamia. Los sumerios y los babilonios fueron
quienes adoptaron el sistema de escritura cuneiforme. En la ciudad de Nippur se
descubrieron rastros de una gran biblioteca que contenía más de quinientas mil
piezas y un archivo de documentos. Al este de Ankara, en la capital de los
Hititas, se encontraron quince mil tablas de grandes dimensiones con escritura
cuneiforme y otras más en Ras-Shamra, en Siria Septentrional.
El papiro en Egipto
En Egipto las letras
alcanzaron un desarrollo y valor considerable, no sólo en el campo religioso
sino también en el científico y literario. El soporte de esa escritura fue la
planta de papiro que crecía en el valle del Nilo.
Los antiguos egipcios,
gracias a su nivel de cultura y civilización, descubrieron muy pronto los
méritos de tal arbusto y lo utilizaron para necesidades cotidianas. La
utilización más importante fue la de ser soporte de escritura. La fabricación
de este soporte se realizaba cortando solamente el tallo, se introducía primero
en agua, después se le quitaba la corteza verde y se cortaba en tiras de 25 mm
de ancho. Las tiras obtenidas se extendían en una superficie plana y se mojaban
con agua del Nilo, sobre esta capa se ponía otra en sentido transversal y
uniéndolas mediante presión se dejaban secar al sol. Se obtenía así una hoja
compacta que se aplanaba con un martillo, se pulía y alisaba con un instrumento
de marfil, después se cortaba para obtener hojas de un mismo formato, entre 12
y 13cm de largo y de 22 a 33 cm de alto, finalmente las hojas se envolvían con
forma de rollo y algunos se comercializaban.
La tonalidad más blanca y
delgada de los rollos estaba destinada a la escritura de los libros sagrados y
la tonalidad leucosica a los de tipo ordinario. El "libro" egipcio
tenia forma de rollo formado generalmente por 20 hojas enrolladas alrededor de
una varilla de madera, hueso o marfil.
La escritura se trazaba
paralelamente a las fibras horizontales por lo general solo en una de las caras
de la hoja formando columnas estrechas que se numeraban progresivamente, los
papiros opistográficos estaban impresos en las dos caras. Las columnas se
llamaban paginaey también schedae, la primera hoja se conocía
como protocollo y la ultima por excatocollo.
La longitud del rollo
variaba según la necesidad, la escritura utilizada en los papiros no era igual
a la de los jeroglíficos de las inscripciones, sino que más bien presentaba una
forma más rápida y fácil de comprender, se llamaba hierática (sacerdotal). Solo en épocas sucesivas se utilizó una
escritura más cursiva llamada demótica (popular).
Los escribas egipcios utilizaban una varilla de bambú cortada transversalmente
que girada en diferentes sentidos y podía formar trazos gruesos o finos.
La tinta se
preparaba con hollín o carbón vegetal extraído de los utensilios de cocina y
tratado con una ligera solución de cola. La tinta roja se utilizaba para los
títulos y los comienzos de capítulo.
El rollo de papiro se
conservaba en una especie de recipiente de madera o de arcilla. La mayor parte
de los papiros se han conservado gracias a la costumbre religiosa de
depositarse en la tumba. Los así llamados "libros de los muertos".
Estos libros eran rollos de
papiro realizados por sacerdotes que los hacían dejando en blanco solo el
nombre del fallecido y los adornaban con dibujos más o menos elaborados según
la categoría del destinatario, también se encargaban de su venta siendo esta la
única forma de comercio de libros conocida en el antiguo Egipto. Por otro lado
las bibliotecas egipcias estaban asociadas a los templos.
En el sur de Egipto, en
Edfu, se descubrió en el tiempo de Horus, dios del sol, una sala cuyos muros se
habían adornado con los títulos de los libros conservados en su biblioteca, además
cerca de Tebas se han encontrado dos tumbas cuyas inscripciones mencionan la
calidad del "bibliotecario".
Las tablillas enceradas
En el mundo grecorromano el
papiro no fue el único material utilizado como soporte de escritura, se
emplearon también las "tablillas enceradas". Estas estaban formadas
por tablillas rectangulares de madera o marfil, con un pequeño margen realzado
a lo largo de los cuatro lados. En la parte central que estaba hundida se
esparcía la cera y sobre ella se escribía con un instrumento puntiagudo, el stilus,
en la parte opuesta a la punta tenía un rascador, de forma que se pudiese
borrar fácilmente la escritura rascando la cera.
Las tablillas enceradas se
utilizaban para ejercicios escolares, para cuentas, para comunicaciones epistolares
y para borradores de los poetas. Generalmente se unían con cuerdas formando una
especie de libro, según él numero se obtenía un díptico, un tríptico o un
políptico. Los documentos dípticos o trípticos se presentaban con el texto en
doble redacción.
El grupo más importante lo
componen las tablillas descubiertas el año 1875 en Pompeya, en la casa del
banquero L. Cecilio Giocondo, son 127 y comprenden desde el año 15 al 62 d. de
C.; estas contienen los recibos de la administración municipal, de la cual
Giocondo era el arrendador.
Parecidos a las tablillas
enceradas son los dípticos consulares de marfil ricamente esculpidos,
aproximadamente son 71 de los cuales el más antiguo es un díptico sacerdotal
del año 388. En la Edad Media se utilizaron para usos litúrgicos como tapas de
evangelios y misales de gran lujo.
El
rollo y el códice
El rollo de papiro había
sido útil durante varios milenios a los egipcios y durante la civilización grecorromana. Permitía recoger
textos de cierta extensión con la garantía de integridad para las obras, tenían
buena apariencia y resultaba agradable al tacto, se podía escribir con
facilidad en él con tinta, borrar lo escrito con agua y embellecerlo con
ilustraciones. No pesaba mucho, se sostenía con las manos y se transportaba con
facilidad. Resultaba superior a las tabletas de barro y a los rollos de piel
anteriores. En Grecia y Roma quedó identificado como el medio noble para la
expresión intelectual y literaria.
Algunos bibliófilos,
compraron viejos rollos, pero no buscando
su antigüedad, sino porque contenía alguna obra agotada. Tal era la éxito
del rollo de papiro como instrumento de cultura que incluso San Jerónimo lo
prefirió para dar a conocer su obra, a pesar de que los cristianos de su tiempo
se habían decidido por el códice de pergamino en Occidente y de papiro Oriente.
Pero el rollo tenía sus
inconvenientes, como la pérdida de tiempo en buscar un pasaje concreto. Otros
inconvenientes eran su fragilidad por desgarrarse fácilmente, la precisión de
utilizar las dos manos durante la lectura, el riesgo de que se embrollara y la
necesidad de enrollarlo de nuevo al
terminar la lectura o iniciarla.
Tan útil para la humanidad
fue la adopción del códice de pergamino, que frente a los mencionados inconvenientes del rollo, el códice
garantizaba una más larga vida porque estaba protegido por la encuadernación,
su almacenamiento era más fácil, lo mismo que su transporte por ser plano y
abultar menos. Ofrecía una capacidad seis veces superior (más páginas o
columnas y la escritura por las dos caras), resultaba más barato y manejable y
en él se localizaba un pasaje con mayor rapidez.
Parece claro que el cambio
del rollo al códice se debió a los cristianos, porque al principio fueron tan
raros los códices con literatura clásica, como los rollos con textos
cristianos. A partir del siglo tercero el códice terminó imponiéndose incluso
para los textos literarios, quedando reducido el rollo al final del Imperio
para documentos diplomáticos y honoríficos, porque la tradición dejaba sentir
su peso en los documentos rituales y formales.
Collins H. Roberts en su
estudio sobre el origen del códice, cree que se deriva de las tabletas de cera
y pugilares usados por los romanos para notas. Incluso llega a imaginar que San Marcos debió
escribir su evangelio en un códice de cuero, de uso corriente para anotaciones
entre las personas modestas con las que convivió en Roma.
Los cristianos, por otra
parte, descubrieron sus ventajas cuando observaron su mayor capacidad, que
permitió reunir series de escritos útiles para las comunidades. Además en las
reuniones era fácil la localización de los párrafos que convenía comentar y lee
a la audiencia después de comprobarlos para tener la seguridad de su corrección,
pues un error podía poner en peligro la salvación del alma. También, porque
estos valiosos textos se podía llevar en los viajes de apostolado y era factible esconderlos con facilidad en los momentos de persecución. Por
su prolongada duración resultaban baratos para a personas pobres para las que
era onerosa la reposición de los ejemplares
maltratados por el uso.
Fuera del mundo cristiano algunos sectores
culturales se decidieron, poco a poco, por la sustitución del rollo por el
códice. Quizá los primeros fueron los profesionales del derecho, porque el
códice resultaba muy conveniente para las recopilaciones de disposiciones
imperiales, que eran prontamente
localizadas. Precisamente la recopilación legal ordenada por el
emperador Justiniano fue llamada el Código, códice por antonomasia. También
resultaba muy útil para los libros de estudio por su capacidad y resistencia y
fue adoptado pronto para las obras de medicina, objeto de muchas consultas.
Igualmente para largas narraciones, como las obras de Tucídides y Jenofonte o
para un conjunto de tragedias y comedias o para antologías. La localización de los
pasajes se vio favorecida porque pronto se hizo costumbre la formación de
índices de contenidos.
El códice de papiro
sobrevivió algún tiempo, mientras fue fácil de conseguir. Se mantuvo en los
documentos en Rávena, en la corte merovingia y en la curia romana hasta la
mitad del siglo XI. Quizá para estos fines no empezó a generalizarse el
pergamino hasta el siglo VII. Igualmente para los documentos se prefirió la forma
del rollo usada incluso en los escritos sobre pergamino.
Parece como si a finales del
siglo IV existiera el presentimiento de la próxima desaparición de la cultura
clásica y una premonición de que en los tiempos posteriores iba a resultar
difícil la preservación de los libros que contenían sus mejores logros. Esto
justificaría el interés desatado en trasladar a códices de piel el contenido de
los rollos en papiro y en la cuidadosa revisión de los textos.
Bibliografía
ESCOLAR SOBRINO, H. (1988): Manual de
historia del libro, Madrid.
Web
de interés
Aguas Santas Barrada
Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario