En
el descubrimiento, explotación y posterior conquista y colonización de las
Indias occidentales no es casualidad que las expediciones partieran de la costa
Atlántica de Andalucía. Por razones obvias, Andalucía era la región
predestinada para protagonizar el primer encuentro entre ambas orillas del
Océano Atlántico.
Andalucía
es a la vez Mediterránea y Atlántica y su carácter Atlántico resalta mucho en
la época del descubrimiento. Esta zona estaba constituida por los tres reinos
cristianos, Sevilla, Córdoba y Jaén. La conquista del Reino de Granada fue
larga y laboriosa de manera que sólo en fechas tardías se configuró a Andalucía
en sus dimensiones actuales.
Esa
Andalucía baja, Bética o Atlántica estaba orientada hacia el océano con dos
comarcas litorales de intensa vitalidad, al Oeste la correspondiente entre
Palos y Ayamonte y al Este el litoral gaditano desde Sanlucar de Barrameda
hasta Gibraltar.
Las
actividades de este litoral se centraban en el aprovechamiento de su riqueza
pesquera y el tráfico mercantil, encabezado por Sevilla y la bahía gaditana,
mientras que los marineros de la villa del litoral onubense (Palos, Huelva,
Moguer, Lepe, Gibraleón) bien alistados en los negocios de la mar, tripulantes
desde siempre en pequeñas embarcaciones que se internaban en el Atlántico,
llegaban hasta las costas de Guinea, pero no sólo realizaban incursiones a África,
sino también a Las Canarias.
En
estas circunstancias encontramos a los marinos del descubrimiento y de la
Carrera de Indias. Para ello fue imprescindible la misión de Las Canarias, que
sirvió para dotar de ese espacio marítimo de la amplitud necesaria frente a los
esfuerzos de los portugueses por controlar la ruta del Atlántico.
La
excepcional ubicación de la costa andaluza desde Gibraltar hasta Ayamonte,
respecto al aprovechamiento de vientos y corrientes fue otra de las razones que
hizo a los puertos andaluces eje vital de la acción descubridora y posteriormente
de toda la actividad comercial de la Carrera de Indias.
La
posición de Las Canarias fue fundamental como punto de partida, ya que ahí repostaban
todas las naves que iban a las Indias. El viaje hacia América en las mejores
condiciones podría tardar más o menos un mes y medio, pero el regreso podría
ser más largo, porque habría que buscar latitudes más septentrionales hasta
lograr vientos favorables.
Ahora
bien, de nada hubiera servido el conocer los vientos, las corrientes y la
experiencia de los marineros de la baja Andalucía, sin la existencia de una
infraestructura adecuada de producción, sobre todo, agrícola, de comunicaciones
y financiera.
A
las puertas del descubrimiento, Andalucía era una región próspera y bien
capacitada para desempeñar el papel de la gran protagonista. Buena prueba de
ello, lo encontramos en sus magníficas construcciones señoriales, su activo
comercio, su cosmopolitismo destacando la presencia de familias flamencas e
italianas y entre estos especialmente genoveses, los Beraldi, Centuriones,
Vivaldi y Espínola, muchos de los cuales participaron en las empresas
descubridoras o del tráfico atlántico, y es que en Andalucía se respiraba ya
por estos años los vientos del precapitalismo, gracias a su temprana red
bancaria.
En
la primavera de 1485 llegó a Andalucía un curioso personaje, que decía poseer
un gran secreto, era Cristóbal Colón, un italiano, seguramente genovés, que
después de ser rechazado en la corte de Juan II de Portugal decidió tomar
fortuna en la de los reyes castellanos, buscando el apoyo necesario para
emprender lo que él mismo llamaba “la empresa de las Indias”.
Este
misterioso personaje se veía retratado por sus contemporáneos como un hombre
bien formado, de mediana estatura, cara larga, las mejillas un poco altas,
nariz aguileña, ojos grises, en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero a los 30
años ya lo tenía blanco.
Gonzalo
Fernández de Oviedo también lo conoció y nos ha dejado una descripción
diciendo: “era un hombre de buena estatura y apariencia, más alto de lo común,
con fuertes miembros, vivaz en los ojos, de cabello rojo y cara rojiza, y
elegante en el discurso”.
Colón
en compañía de su hijo Diego abandona Portugal y se dirige a Andalucía. Uno de
los primeros lugares visitados fue Huelva, para dejar a su hijo con sus concuñados,
los Muliart. Luego tal vez, visitó la villa marinera de Palos de la Frontera
para recabar información a los monjes franciscanos de la Rábida, que tan
informados estaban de la expansión por el Atlántico. Allí se entrevistó con importantes
personajes como fray Juan Pérez, fray Antonio de Marchena, etc.
Otro
de los lugares visitados para poner en marcha su proyecto fue Sevilla, allí
entró en contacto con los Beraldi, Centuriones, Espínola, Vivaldi, etc. Además,
también buscó apoyo en dos casas andaluzas importantes: Medinaceli y
Medina-Sidonia.
Los
Reyes Católicos reciben en audiencia a Colón el 20 de enero de 1486, expone su
proyecto ante una junta de expertos, pero es rechazado y Colón se marcha, no
sin antes conocer en Córdoba a la que será su segunda mujer, Beatriz Enríquez
de Arana, la cual le dará a su segundo hijo, Hernando Colón.
Colón
se instala definitivamente en la villa gaditana del puerto de Santa María y
para sobrevivir se dedica a vender libros manuscritos, además de una renta que
la Reina le concedió anualmente.
Finalmente,
los Reyes Católicos le conceden una nueva audiencia en Granada donde gracias a
Luis de Santángel consigue aprobarse el proyecto, y se firman el 17 de abril de
1492 las Capitulaciones de Santa Fe. A partir de aquí, Colón vuelve a Palos
donde empieza a preparar todo para el viaje.
Taviani
nos relata el escenario palermo antes del descubrimiento como un municipio con
unos 600 habitantes, situado en la desembocadura del río Tinto, eran gentes
sencillas que vivían de la mar. Huelva, Palos y Moguer formaban una ofensiva
común contra los piratas berberiscos.
Palos
fue elegido por Colón como lugar de salida, ya que Cádiz no podía ser, porque
por ahí se estaban expulsando a los judíos. Entonces, una parte de la villa de Palos
tuvo que ser comprada por los Reyes, para convertirla en una villa de realengo,
porque si no era así la expedición no podría realizarse en Palos, por lo tanto
los Reyes compraron al duque de Medina-Sidonia la parte del puerto de Palos por
16.400.000 maravedíes.
Los
frailes franciscanos aportaron gran ayuda a Colón, consiguiéndole dos
carabelas, la Pinta y la Niña y una nao la Santa María, pero fue difícil
reclutar a la población, y fue gracias a Martín Alonso Pinzón, que se consiguió
reclutar a la tripulación, por lo que se convierte en un personaje clave en el
descubrimiento.
En
este viaje fueron miembros conocidos en esta villa como Vicente Yáñez Pinzón,
Francisco Martín Pinzón, Juan Niño, Alonso Niño y algunos presos que obtuvieron
permiso real, Bartolomé Torres y tres amigos suyos.
El
viaje fue financiado por los Reyes Católicos, los Pinzones y los Beraldi, y la
expedición ascendió 2.000.000 de maravedíes.
El
tres de agosto salió la expedición de la Isla de saltés y el 11 de octubre Juan
Rodríguez Bermejo, marinero de Lepe, gritó “TIERRA”, al que se le ha designado
erróneamente el nombre de Rodrigo de Triana. El 15 de marzo estaban de vuelta
en Palos donde se les recibió con gran entusiasmo.
Fuente
Conferencia sobre:
“El descubrimiento y la plataforma andaluza”, IV Jornadas de Historia sobre el Descubrimiento, celebradas en
Palos de la Frontera, Huelva los días 28 y 29 de marzo de 2008.
Noemí Raposo Gutiérrez
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